Bolivia: encuentro con los últimos sobrevivientes de una tribu
milenaria
Lorena Arroyo
Enviada especial de BBC Mundo a Bolivia
Jueves, 24 de enero de 2013
Sentada en la puerta de su humilde casa de madera y hojas secas de
palmera motacú, Bose Yacu entonaba con voz grave y firme las canciones que le
enseñó su padre Papa Yacu hace más de cuatro décadas a las orillas del Río
Negro, en la Amazonía boliviana.
"Ésta la cantaba mi padre cuando veía huellas de chancho
tropero y se iba a cazarlo"; "ésta otra cuando íbamos a recoger
almendras" y "ésta cuando íbamos a visitar a alguien para que supiera
que íbamos en son de paz", relataba Bose entre canción y canción.
La mujer delgada, de tez morena curtida por el sol y por los años y
de cabello largo y liso recogido en una coleta, era la mayor de los indígenas
pacahuaras y la única que mantenía algunos rasgos característicos de su tribu,
como su corte de pelo con un flequillo desfilado por los lados y un canuto de
tacuara -una especie de bambú- en la nariz del que sobresalían dos plumas
rojas.
Cuando la conocí, en septiembre del año pasado en una visita a su
comunidad, tuve la sensación de que las canciones y los relatos de Bose
escribirían el último capítulo de la historia de su tribu: los pacahuaras.
Bose falleció a finales de diciembre de 2012 dejando atrás a sus
cinco hermanos que son los últimos pacahuaras.
Puede que la noticia de su muerte no haya salido en ningún
periódico, pero fue una pérdida importante: con ella se fue buena parte de la
historia del que un día fue uno de los principales grupos indígenas amazónicos.
Las melodías ancestrales que ella cantaba están hoy a punto de
desaparecer ya que los pacahuaras envejecen y no tienen a quién pasarle sus
conocimientos.
"Un puñado de
sobrevivientes"
Buscando a los pacahuaras
Los últimos pacahuaras viven en tres aldeas diferentes en los
alrededores de Alto Ivon, una comunidad a unos 1.000 kilómetros de la principal
ciudad de Bolivia, La Paz.
Para llegar allí, tomamos dos avionetas comerciales que nos
trasladaron de los picos nevados de Los Andes a los bosques frondosos del
Amazonas.
Una vez en Riberalta, la ciudad más cercana a Alto Ivon con
aeropuerto, faltaban cuatro horas por caminos cargados de polvo rojizo.
Pero el viaje para contactar a los pacahuaras no es sólo
geográfico, sino también cultural y lingüístico, entre el pacahuara, el chácobo
y el español.
Y es que, para poder acceder a ellos, hay que pedir permiso a los
líderes de los chácobos, la tribu vecina.
"No es así nomás", nos dijo uno de los dirigentes de
Cirabo, la Central Indígena de la Región Amazónica de Bolivia, cuando le
informamos de nuestra intención de entrevistar a los seis últimos miembros de
la tribu.
Poco después, otro de los líderes fue más explícito al mostrarnos
una lista escrita a mano con comida, gasolina y otros productos que debíamos
comprar como una especie de "peaje" para entrar en la comunidad.
Según el antropólogo francés Philippe Erikson, a finales del siglo
XVIII, los pacahuaras "ocupaban un inmenso territorio que correspondía
prácticamente a la mitad del norte de la actual Bolivia".
"Dos siglos más tarde, los últimos pacahuaras, o al menos los
últimos amerindios así llamados, no son más que un puñado de
sobrevivientes", señala Erikson en el prólogo del libro "La Reducción
Imposible: Las expediciones del padre Negrete a los Pacaguaras
(1795-1800)".
Los cinco últimos pacahuaras viven en los alrededores de Alto Ivon,
una remota comunidad del departamento de Beni, a donde fueron trasladados en
1969 convencidos por unos misioneros estadounidenses.
Fue al final de la época de la fiebre del caucho, una etapa en la
que el mayor enemigo de los miembros de la tribu no eran los animales salvajes
del Amazonas sino la ambición del mundo por explotar los recursos de la selva.
Los pacahuaras aseguran que sufrieron mucho de manos de los
siringueros, como llaman en Bolivia a quienes extraen caucho, y la familia de
Bose es la única que se cree que sobrevivió de aquella época:
"Luchamos bastante. A mi padre lo golpearon y le hicieron
cortes en la cabeza. Él logró lanzarse al agua y tuvo que subir por un
barranco. Entonces de ahí lo llevaron a su pascana, a su casita", afirmó
Bose en entrevista con BBC Mundo.
Y con la misma firmeza con la que cantaba, relataba cómo en otra
ocasión defendió a su padre del ataque de un cauchero: "Mi padre le dio en
la cabeza al brasileño con un hacha y cuando vi que cayó, le corté el pie con
un machete porque me dio mucha rabia ver así a mi padre, todo golpeado".
Como el resto de los miembros de su familia que todavía viven, Bose
no sabía exactamente cuántos años tenía, pero recordaba que era una adolescente
cuando llegó a Alto Ivon, donde su familia fue acogida por los chácobos, una
tribu de la misma familia etnológica que los pacahuaras, con una lengua y
cultura similar.
Los hijos y nietos de los pacahuaras ya no hablan su idioma
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La idea de los religiosos del Instituto Lingüístico de Verano que
los trasladaron, explica el antropólogo boliviano Wigberto Rivero, era que los
chácobos -de la familia de los panos, como los pacahuaras- los asimilasen para
que se salvasen "porque por el reducido número que eran ya no había la
posibilidad de una sostenibilidad de crecimiento biológico".
Los chácobos aceptaron la propuesta de los misioneros y algunos los
acompañaron a las orillas del Río Negro, en el departamento de Pando, para
buscar a los pacahuaras.
"Había muchos problemas en el Río Negro. Lamentamos que los
brasileiros estaban eliminando a los compañeros y tuvimos que viajar un grupo
de chácobos y un misionero", recuerda Alberto Ortiz, actual presidente de
Cirabo, la Central Indígena de la Región Amazónica de Bolivia.
Según explica, al llegar al Río Negro hicieron un campamento y
trazaron una senda con "machetes y hachas" para tratar de atraer a
los pacahuaras.
Un mes después, regresaron al mismo lugar y al ver que ya no
estaban las herramientas pensaron que los pacahuaras debían estar cerca.
"Estaban cerca, armados con flechas y nosotros como chácobos
hablábamos dialecto, no castellano. Y les gritamos: ¡vení, nosotros somos
indígenas!"
Rabi Ortiz
"Pasó un tiempo y escuchamos la bulla que venía cerca y
estábamos contentos. Estaban cerca, armados con flechas y nosotros como
chácobos hablábamos dialecto, no castellano. Y les gritamos: ¡vení, vení,
nosotros somos indígenas!", recuerda en declaraciones a BBC Mundo.
Ortiz asegura que no fue fácil convencer al líder de la familia
pacahuara Papa Yacu de que dejara sus tierras ancestrales, pero al final aceptó
y los misioneros lo trasladaron a Alto Ivon junto con sus dos mujeres -que eran
hermanas entre sí- y sus seis hijos en dos avionetas.
"Papa Yacu dijo que si no nos comportábamos con ellos, se iban
a escapar al monte y se iban a volver al Río Negro", recuerda, por su
parte, el profesor chácobo Here Ortiz, cuyo padre era en aquella época el gran
líder chácobo. "Una vez en Alto Ivon, los chácobos los recibieron,
hicieron fiesta y les entregaron plátano y yuca para que comieran", le
dice a BBC Mundo.
"Nuestra
cultura todavía está viva"
Más de 40 años después de aquel viaje, el patriarca de la familia y
sus dos mujeres ya han muerto y cuatro de sus hijos se mezclaron con miembros
de la tribu vecina con los que han tenido hijos y han asimilado su idioma y su
cultura.
El ejemplo más claro
es el de Maro, el menor de los pacahuaras.
Llegó a Alto Ivon cuando era sólo un bebé y apenas habla pacahuara,
un idioma que tampoco aprenderán sus hijos. "Es más directo hablar
chácobo.
Ellos ya no pueden hablar como hablaba Bose", explica Maro, quien
vive junto a su mujer chácoba en Cachuelita, una comunidad aledaña a Alto Ivon.
Según explica el antropólogo Rivero, se ha dado "un proceso
irreversible de asimilación" que comenzó con el idioma y que en muchos
casos, como el de Maro, ha pasado a ser cultural y social.
Bose era la única que estaba casada con otro miembro de su tribu:
Buca, que era bastante más joven que ella: "Cuando era joven no tuve
marido. Mi padre se juntó con la hermana de mi madre y mi esposo es hijo de su
segunda mujer. Así que Buca y yo somos mitad hermanos", me explicó.
La pareja no sabía explicar por qué no tuvieron hijos y aunque eran
conscientes de que eso podía significar el final de su idioma y su cultura, no
parecían estar preocupados por ello.
"No estoy triste. Nuestra cultura todavía está viva. Cuando
muramos, se extinguirá pero todavía estamos vivos", comentaba el marido y
hermanastro de Bose, Buca.
Sin embargo, tras la muerte de su esposa, Buca da vueltas por la
comunidad "solo, como un perro sin dueño", según cuenta Pae Dávalos,
un dirigente chácobo.
La muerte de Bose es un gran pesar para Buca y probablemente
también para el profesor chácobo Here Ortiz, quien estaba buscando recursos
para registrar la historia y la lengua de los pacahuaras.
La idea de Ortiz era entrevistar a Bose para recopilar palabras
pacahuaras para que las nuevas generaciones no olvidaran el idioma de sus
antepasados.
Pero la mayor de los pacahuaras murió antes de que pudiera hacerlo
y se llevó buena parte de los recuerdos que quedaban de la historia de su tribu
a la tumba.